Cursillos nace en Mallorca, España, en los primeros años de la década del 40. La guerra civil española había terminado, la Iglesia trataba de reconstruirse luego del período de persecución que había sufrido.
Había muchos bautizados y pocos convertidos.
La mayoría practicaba la religión en forma rutinaria, con un mero cumplimiento (cumplo y miento). Religiosidad sin fe. Un mundo de espaldas a Dios.
Eduardo Bonnin, joven mallorquín, quiso cambiar esta realidad.
Por inspiración del Espíritu Santo (don o carisma), le fue dando forma a un nuevo método, con la intención de que los cristianos sean cristianos. Ello, con una labor muy rezada, reflexionada y estudiada y con la ayuda de un grupo de amigos: Jaime Ruitort, José Ferragut, Andrés Rullán, Juan Mir, Guillermo Estarellas
Por otro lado, el Papa Pío XII había pedido (en 1940) en un documento dirigido a los párrocos de Roma, que hicieran un croquis de cada parroquia: ubicando en él a sus fieles y a las ovejas perdidas del rebaño, a los alejados de la fe (a quienes había que ir a buscar y recuperar).
Esto motivó que Eduardo realizara un análisis de la juventud de Mallorca (incluidos sus compañeros de la milicia) que llamó “estudio del ambiente”, y sobre este esquema se fue ideando el cursillo.
Eduardo se basó en una forma nueva de presentar el mensaje: un ramillete de verdades del cristianismo (lo fundamental cristiano), en forma atractiva y con un lenguaje adecuado, para lograr que los alejados de la fe lo oyeran.
Para ello, pidieron y contaron con muchas oraciones y sacrificios (recorriendo hospitales, parroquias y cárceles). y crearon un método que dio comienzo al Movimiento
En aquél tiempo, en España, se venían realizando para los jóvenes de la Acción Católica (con Manuel Aparici a la cabeza en la JACE), y con la ilusión de ir preparando una peregrinación a Santiago de Compostela (100.000 almas en gracia), unos retiros o cursillos llamados de “Adelantados de peregrinos” (a nivel diocesano) y de “Jefes de peregrinos” (a nivel parroquial). La peregrinación se realizó recién en 1948, (demorada por la guerra civil).
Eduardo concurrió a uno de estos cursillos de Adelantados y luego a otro ya como “profesor”, donde expuso además su flamante rollo de “Estudio del Ambiente”.
Esta forma de retirarse a un lugar aislado, para lograr la atención adecuada fue adoptada y adaptada para nuestros Cursillos. Aquellos eran de una semana, y fueron reducidos por Eduardo a tres días.
El primer cursillo se dio en un chalecito de Cala Figueras de Santanyí, Mallorca, del 22 al 24 de agosto de l944 (en el que participaron 14 jóvenes de entre 14 y 20 años).
Ante el éxito rotundo que tuvo, siguieron dándose uno por año, hasta que en 1949 se dio el primero numerado y “oficial”, en el Monasterio de San Honorato, en ambos Eduardo Bonnin fue el Rector.
Desde ese momento Eduardo Bonnin y sus amigos contaron con la ayuda de dos grandes teólogos, puestos por el citado obispo para apoyar la tarea: los consiliarios padre Sebastián Gaya y principalmente el padre Juan Capo.
En ese año 1949, Mons. Juan Hervás en la Asamblea anual de la A.C. bendijo los cursillos (“no con una sino con las dos manos…). Más adelante en el año 1957 dictó el documento episcopal llamado “Cursillos de Cristiandad Instrumento de Renovación Cristiana”. Ambos actos constituyeron el reconocimiento de la Jerarquía, que requiere todo carisma o don del Espíritu Santo para ser tal, y que como se dijo inspiró a Eduardo Bonnin en el inicio de la tarea.
Los sacerdotes que habían ayudado en los comienzos, suministrando los sacramentos en los retiros y alguna meditación (años 1944/1949) fueron el padre Juan Juliá (1° y 2° cur.1944 y 1946), padre Gabriel Seguí y padre José Estelrich (3° cur 1947).
De Mallorca el MCC se difundió por España y de ahí a América. El primer país que lo recibió fue Colombia y además fue donde se realizó el primer Cursillo de Mujeres en 1953.
En pocos años, por diversas vías, llegó al resto de los países de América del Sur y desde Estados Unidos se expandió por los países de habla inglesa, difundiendose más tarde en Europa Occidental, Asia y Oceanía. A su vez, desde Austria se implantó en los países del este de Europa y algunas zonas de África.
De esta forma, el MCC se configuró realmente como un movimiento universal, en los cinco continentes, siempre con la finalidad de iniciar un proceso de conversión de la persona y por medio de ella a la propiciar la evangelización de sus ambientes.